Semana 5 de 13. No todo son “flors i violes”

Feliz tarde un domingo de invierno más:

Os escribo tranquila desde mi cuarto viendo los últimos rayos de sol del día, con mi vela de peonía encendida y escuchando mis playlists ultra deprimentes. Me he dado cuenta de que con una vela encendida y música super triste me inspiro más para escribir, así que los días, como hoy, en los que las musas no vienen a verme, y no se de que hablaros, empiezo con el ritual de la velita y la música y al menos las primeras palabras se van desencallando y van dando paso a las siguientes.

El jueves os hice el Flower Farm Tour de Enero, aunque en realidad de “Flowers” aparecen más bien pocas o ninguna, si acaso algún girasol marchito, alguna campanula, o lo que queda de ella, y un par de rosas inglesas medio congeladas.

No había flores, pero eso no significa que no pueda haber belleza. Si algo he aprendido cultivando flores estos años es que no todo son “flors i violes” como decimos en catalán (nunca mejor dicho), o “peaches and cream”, que dirían los americanos (y que por cierto es una de nuestras variedades de zinnia). En castellano os lo podría traducir como que no todo es coser y cantar, aunque no pega tanto y por eso he preferido poneros las versiones catalana y americana de esta expresión.

Ni siquiera iba a hacer un Flower Farm tour en enero (el año pasado no lo hice), porque es bastante deprimente llegar a un sitio en el que ha habido vida y de repente verlo vacío. Pero salí a correr y mis piernas decidieron por mí girar hacia el camino que lleva a la granja de flores.

Creía que no había nada que enseñar, pero tras correr 10 minutos por esos caminos solitarios y llenos de hielo, llegué a la granja y me pareció precioso. El río congelado y todas las plantas y el suelo con una pátina blanca de hielo. A esas horas estaba todo en silencio y sentarme a disfrutar de unos minutos de soledad fue emocionante, especialmente después de tantos días de intensidad en la tienda preparando pedidos y sin ver la luz del sol.

De repente, ahí sentada con la banda sonora de los gallos cantando y las manos congeladas, sentí la vida que late bajo la tierra helada y en los tallos aparentemente inertes de los rosales.

La tierra estaba dura y congelada. Intenté desenterrar ligeramente los bulbos de tulipán, porque sufría por ellos al no ver ni un brote. Quería comprobar si seguían vivos pero mis dedos no fueron capaces de levantar ni una mota de polvo de lo compacto que estaba el suelo.

Sin embargo, al agacharme para tocar la tierra, percibí un pequeño resplandor verde, diminuto como una mota de polvo en un oceando de tierra y hielo: el primer brote de tulipán. Un brote que parece tan débil, tan tierno, tan frágil… y sin embargo es capaz de romper la capa de suelo duro a la que que mis dedos no habían logrado ni hacer cosquillas.

¿Qué maravilla de procesos mágicos ocurren bajo tierra para que la vida pueda abrirse camino desde algo tan diminuto como un bulbo o una semilla? Me parece un milagro que esa semilla pueda encontrar el alimento y la fuerza necesarios para sacar un brote adelante y asomarse a la superficie, rompiendo todos los enlaces que mantienen la tierra cohesionada.

Viendo esos primeros brotes de tulipanes sentí que todo funciona como tiene que funcionar, que todo en este mundo está en el lugar correcto, como dice la canción de Radiohead. Que todo funciona (cuando funciona, claro) con un engranaje casi perfecto, que coloca cada partícula en su lugar y la hace crecer y evolucionar hacia el siguiente punto necesario para que la siguiente partícula pueda crecer y evolucionar. Así siempre, en un ciclo sin fin.

El invierno visto como la antítesis del verano es un engorro para los que adoramos el calor, la ropa ligera y la playa. Queremos que estas 13 semanas pasen rápido y sin dolor, que llegue pronto la primavera y dejemos atrás tanto frío y oscuridad.

Pero el invierno es necesario, no todo son “flors i violes” (o coser y cantar, o peaches and cream, para los de USA). Para que haya primavera tiene que haber antes invierno. Para tener flores antes tienen que marchitarse aquellas que las precedieron. El invierno es necesario para matar todos los virus y bacterias que acechan a nuestros bulbos. Sin este frío los bulbos no florecerían, seguramente se desintegrarían podridos y desaparecerían antes de empezar a brotar.

La tierra necesita reposar y reponer nutrientes y el invierno es perfecto para ello, porque nada crece en el frío.

Quise hacerle un pequeño homenaje a este invierno tan poco apreciado pero tan necesario con el video del Flower Farm Tour de Enero. No hay flores porque no todo van a ser “flors i violes”, en enero ni las hay ni se las espera. Pero este momento de aparentes ausencias está en realidad lleno de vida y de color, solo que apenas es perceptible si no es que te agachas a tocar la tierra.

Te dejo de nuevo el video aquí por si no lo viste en instagram:

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Y con esto terminamos con la quinta semana del invierno. Solo quedan 8 semanitas de invierno más y ya es primavera, venga ¡que esto ya lo tenemos!.

Un abrazo y hasta la próxima semana.

¡Feliz noche!

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