Semana 12 de 13. El David Austin de Brooklyn.

(Te recomiendo escuchar este email con la canción “Only love can break your heart” de Neil Young)

Feliz tarde de domingo,

Estamos ya en la semana 12 y estas reflexiones otoñales llegan a su fin en la próxima edición. Creo que estos emails que me he obligado a escribir semana tras semana han cumplido su misión perfectamente. Este año estoy disfrutando realmente del otoño, me he acostumbrado a él más rápido que otros años y me doy cuenta de que el hecho de que termine el otoño implica que inmediatamente después termina otro año. Y eso ya no es tan divertido, así que ahora me mataréis, pero creo que no quiero que acabe el otoño…

Mi reflexión de esta semana es un poco caos, ¿sabes cuando piensas en una cosa y te viene a la cabeza otra y de ahí pasas a otra que nada tiene que ver con la primera?. Así me ha quedado esta reflexión tras releerla, pero creo que lo que cuento es bonito, al menos para mí lo es, así que lo voy a dejar tal cual, que mis hijas están esperando para que vayamos a hacer donuts de turrón Suchard (receta inventada que ya veremos como sale).

Y este caos de reflexión se me ocurrió debajo del agua, porque todos los viernes, desde hace unos meses, voy a nadar a primera hora de la mañana. Normalmente, a no ser que tenga alguna otra cosa, estoy 1 hora entera sin parar. 60 minutos, que pueden ser mucho o poco, ya sabes, como os contaba la semana 9 en el post de “Los 10 minutos más largos de mi vida”.

Normalmente los 10 primeros minutos nadando se me hacen eternos, como los del día de mi boda. Miro el reloj de la pared unas dos o tres veces por minuto y parece que el tiempo no pasa. Los primeros 10 minutos cuando haces deporte siempre son los peores, crees que no vas a poder y te convences de que es mejor retirarte para evitar la muerte por sobreesfuerzo. Pero si consigues distraerte esos primeros diez minutos y no parar, el resto va rodado. No es que se me pasen los 50 minutos restantes como si nada, porque una hora nadando es una hora nadando, te cansas, es monótono, te aburres y se hace pesado. Pero una vez pasados los primeros 10 minutos ya no parece que me vaya a dar un infarto inminentemente y puedo disfrutar un poco más del momento.

Ese rato aprovecho para pensar en mis cosas, en nuevos productos para la tienda, en nuevos cursos para la Academia Floral, o incluso a veces pienso qué os podría contar en este email del domingo. Pero cuanto más me esfuerzo en pensar, menos cosas se me ocurren. Entonces simplemente me dedico a disfrutar del paisaje, porque la piscina tiene exactamente las mismas vistas que nuestra casa, no hay paredes sino un gran ventanal de cristal que da a la montaña. Si el día no está nublado, los rayos de sol entran en diagonal y chocan en el agua formando unas finísimas ondas con todos los colores del arcoiris que yo voy rompiendo con mi cuerpo a medida que avanzo en el agua, como si estuviera avanzando en un videojuego y recogiendo puntos con cada miniarcoiris que toco.

Este viernes estaba nublado así que no podía imaginarme lo del videojuego de arcoiris. De repente me vino a la cabeza Juliette, la sobrina nueva que he tenido durante un trimestre. Y no, no ha habido ningún bebé nuevo en la familia. Desde septiembre hasta diciembre tuve una sobrina nueva de 16 años. Mi sobrina “verdadera” se fue a estudiar a Austria un trimestre, y en su lugar mi hermano y mi cuñada acogieron a una estudiante de intercambio neoyorquina.

Juliette es su nombre, y como le gustan mucho las flores, vino un día a visitar nuestra granja, cuando aun estaba llenita de dalias. 

Juliette no hablaba demasiado pero la veía alucinada con las flores, sacando fotos y sonriendo. Y de repente, con un hilillo de voz, me preguntó por el nombre de uno de mis rosales, uno que plantó mi suegro en una jardinera de madera en honor a su nieta. Lady Emma Hamilton le dije, pensando que no lo conocería de nada. Y de repente se le iluminó la cara y se soltó conmigo. Me contó que en Brooklyn tenía un huerto comunitario. Me habló de sus berenjenas y tomates, de hecho me enseñó ese maravilloso huerto en medio de la ciudad más poblada de EEUU. Me enseñó una foto de exactamente el mismo rosal que tenemos en la granja, el Lady Emma Hamilton, que ese día estaba llenito de rosas.

Cuánto me gustó ver su huerto de Brooklyn en fotos. Y sobretodo me gustó ver como se le iluminaba la cara hablando de él y del rosal que acababa de reconocer.

Lady Emma Hamilton David Austin

Quizás justo en este momento, mientras yo escribo estas palabras y aquí termina el día, Juliette esté en Brooklyn empezando el suyo, visitando su huerto y recogiendo unas cebollas, oliendo sus Emma Hamilton y recordando los meses que vivió en Barcelona y visitó nuestra granja de flores.

No se porque recordé a Juliette y su rosal Austin este viernes bajo el agua, pero ha dado la casualidad de que esta mañana, hablando con mi hermano por teléfono, justo me ha hablado de ella y he pensado que hoy podía ser un buen día para contarte esta historia.

Que no es una reflexión en sí, sino más bien una suma de casualidades. Casualidad que una chica de 16 años tenga inquietud por las flores (tengo otras 8 sobrinas de edades similares y ninguna ha mostrado nunca demasiado interés por venir a verlas), casualidad que Juliette tuviera el mismo rosal en Brooklyn, casualidad que me viniera a la cabeza el viernes y casualidad que mi hermano me hablara de ella hoy.

Todo esto para contarte que si la semana pasada te decía que las flores nos hacen más felices ahora y hace 5 siglos, hoy me maravillo de que exactamente la misma flor, una rosa Lady Emma Hamilton, pueda hacernos felices en lugares tan distantes como pueden ser Barcelona o el huerto de Juliette en Brooklyn. 
 

Esta semana vamos a darlo todo porque va a ser una de las semanas más intensas del año. Nos llegan todos los rosales Austin que faltaban por llegar y tendremos que empaquetarlos y enviarlos a los cientos de clientes que los están esperando porque los compraron en preventa.


Además de los pedidos de preventa, tenemos la semana muy cargada entre nuestros suscriptores, las coronas navideñas, los ramos de verdes navideños (cómo me gusta como huele la tienda con ellos…), todos los regalos que estáis encargando de minigranjas, bulbos, libros, suscripciones, guantes (que por cierto esta semana nos llegan más y reponemos, que volaron), jacintos… Estoy muy feliz de ver que contáis con nosotros para hacer los regalos de estas fechas tan especiales.

Va a ser una semana intensa pero voy a ser muy feliz con cada pedido que salga de nuestra tienda, porque se que cada una de esas cajas va a hacer sonreír a alguien como vi sonreír a Juliette aquel día de otoño en la granja.

Os dejo más abajo el link para que veas todas nuestras propuestas para regalar, aunque en realidad puedes regalar cualquier cosa de nuestra tienda, que si la otra persona es “flower lover” seguro que queda encantada.

No está bien que me posicione porque también vendemos ramos viajeros, y se que una suscripción de ramos es un regalazo, pero… no puedo evitar sentir cierta predilección por las flores que cultivamos nosotros mismos.

Un ramo nos hace feliz cuando lo recibimos y cada vez que lo miramos y recordamos a la persona que nos lo ha regalado. Nos hace sentir muy queridos mientras dura, y como nuestros ramos duran mucho tiempo, prácticamente cuando se marchita llega el siguiente, y es un ciclo sin fin de felicidad.

Pero, ay amigos, plantar tus propias flores, tu rosal inglés, tu peonía Sarah Bernhardt, tus tulipanes deshilachados, o tus guisantes de olor, no importa qué flor elijas, es otra liga.

Con un regalo así haces feliz a la persona que lo recibe cuando abre el paquete, cuando sueña con lo que saldrá, cuando lo planta y sus manos están en contacto con la tierra, pero también cuando empieza a asomar el primer brote, cuando la planta va creciendo, cuando sale el primer capullo y solo es una promesa de algo más grande. Y ya el summum es cuando la flor se abre. No solo haces feliz a esa persona por tener una flor, es que esa flor la ha cultivado con sus propias manos y ha salido gracias a sus cuidados. Te prometo que no hay felicidad mayor que esa.

Todos los años recibo cientos de mensajes y fotos en primavera, cuando florecen vuestras flores (que ya no son nuestras aunque las comprarais aquí, porque ya son vuestras). Todos esos mensajes están llenos de felicidad y de agradecimiento y para mí es la mejor recompensa a estas semanas tan intensas de trabajo. Así que encaramos estas semana con nuestra mejor sonrisa para hacer feliz al mayor número de personas posible.

¡Gracias por hacernos ser parte de ello!

Y aquí terminamos la reflexión y novedades de la semana 12. 

Gracias por leerme y acompañarme de nuevo esta noche de domingo.

Te deseo una feliz semana y nos vemos en 7 días de nuevo con la última reflexión de este otoño.

Un abrazo,
 

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