Semana 4 de 13. La foto perfecta de instagram.

Feliz domingo,

Hoy os escribo desde un escenario nuevo en la nieve. Me podría vender mucho mejor y edulcoraros un poco de más la estampa, pero la realidad es que esto no es tan idílico como podría ser. Aun así es bonito también. Me explico. Estoy en la cafetería de una estación de esquí. Mientras mis hijas y marido esquían, yo los espero tomando un café con leche de avena y mucha espuma, a pleno sol, rodeada de montañas nevadas. Idílico, ¿no?.

Estos días cuando veo a influencers esquiando todo son cafeterías cuquis con mantas de piel y cafés perfectos en tazas monas con corazones de cacao en la espuma. Que las imágenes que bombardean nuestras retinas a diario sean tan perfectas es peligroso, porque después, cuando te encuentras de frente con la realidad, vienen las decepciones.

La cafetería en la que estoy, aunque es bonita, yo creo que la más ruidosa de este valle, no solo por la gente de las mesas de al lado, es que en los altavoces suena a todo trapo música chill out. Es tan relajante como entrar en la Bershka.

El café me lo han puesto en un vaso de cristal duralex como los que tenía mi abuela para ponerme el colacao de pequeña y ni rastro de dibujito en la espuma. Y mire donde mire solo veo rótulos azúl eléctrico que marcan las pistas en la nieve, personas con chaquetas fluorescentes y telesillas rompiendo la harmonía de un paisaje que podría ser perfecto. No he encontrado un solo rincón libre de ruido visual.

Y yo culpo a Alex Riviere de las altas expectativas que tenía de pasar un día en la nieve.

A pesar de la belleza de este sitio, llevo muchos años medio viviendo en una realidad paralela de mundos bonitos, que es instagram, donde todo lo que molesta se borra o se “clona” en photoshop. Y creo que ese exceso de “bonitismo” nos está llevando a límites un tanto preocupantes, como estar en un sitio tan bonito como este en el que estoy y solo fijarme en los carteles azul eléctrico o en lo que sobra en la foto. Y lo más gracioso es que en realidad ni siquiera voy a hacer ninguna foto para instagram porque desde hace años rara vez comparto en mi perfil algo que no sean flores. Otra cosa son los stories, pero ahí no me importa compartir fotos que no sean perfectas.


Supongo que para encontrar un rincón bonito y solitario debería hacer como mis hijas y subirme con el telesilla lo más arriba de la montaña posible. Pero como ahora tengo pánico a esquiar (más bien a caerme), aquí estoy, con mi café en vaso feo de cristal, que encima seguro que me impide conciliar el sueño esta noche.


Aun así he logrado sustraerme en mi mundo y he eliminado la fealdad y el ruido (airpods mediante) para inspirarme a escribiros estas palabras. Me imagino que estoy en una cabaña en Gstaad, por supuesto sin niñas a las que cambiarles los calcetines mojados ni llevarles las pesadas botas y los esquís.

Pero algo falla. Creo que nos han tomado el pelo y la cabaña perfecta en medio de la nieve no existe. Seguro que si estuviera ahí también encontraría algo que borrar en la foto. Además, creo que a los 5 minutos ya estaría echando de menos a mis hijas y sus calcetines mojados.

En realidad puede que esto no sea Gstaad ni tenga el Macan enterrado bajo la nieve, pero mi realidad también es bonita, aun y con sus momentos de fealdad puntual, fácilmente borrables de la foto con photoshop.

Si lo pienso bien, tengo a mis niñas disfrutando del esquí, encantadas con su profesora Sol. Tengo a mi marido encantado de que sus hijas estén encantadas porque así tiene cómplices para estas escapadas invernales (ya sabéis que yo soy más de playa). Tengo a mis amigos con los que estamos pasando unos días de muchas risas. Lara nos ha dado grandes momentos con sus videos de “trucos de magia” que grabó en mi móvil sin que me diera cuenta. En uno de ellos derrama media botella de “Gatorade” encima de la mesa. Lo mejor de todo es que cuando yo volví lo tenía todo limpio y recogido para que no la regañara. Se olvidó de borrar el video y la pillamos igualmente, pero lo que nos hemos reído y nos reiremos los próximos meses (y años) no nos lo quita nadie. Y el Gatorade es lo más feo y menos instagrameable que puedas encontrar, que parece líquido anticongelante azul pitufo.

Mi fin de semana en la nieve no es instagrameable, pero quizás se nos está yendo un poco de las manos la necesidad de perfección.

Tener una foto perfecta es relativamente fácil. Por ejemplo, ayer hice una foto (os la pongo más abajo) en la que Lara salía muy graciosa. Se la enseñé a Rubén y le dije: “que foto más bonita, lástima del tío de detrás”. Rubén me dijo que ni se había fijado en el tío de detrás, que lo importante era la niña. Pues bien, un poco photoshop versión móvil y 10 segundos después ya no había tío que molestara. Y ya que estábamos quité al resto de esquiadores e incluso el poste del telesilla.

FOTO-TRUCADA

La foto perfecta es relativamente fácil de conseguir, aunque sea mentira. La sonrisa de la niña en la foto, y la de la madre mientras se la hacía, no se puede falsear en photoshop. 

Mi café en vaso duralex no será perfecto, mis fotos estarán llenas de distracciones, pero ¿qué más da?. La foto perfecta no me serviría de nada sin esas risas, sin mi familia ni mis amigos, sin los momentos.

Y para conseguir la foto perfecta siempre me quedará photoshop.

Menudo fin de fiesta para la temporada de bulbos. El viernes, mientras os escribía esta reflexión (el resto del email lo escribo hoy domingo), hablaba con @planticidad por instagram y me dio la idea de hacer un último super descuento en todos los bulbos que nos quedaban. Y ha sido un éxito tan grande que tengo miedo de ir mañana a la tienda y darle a imprimir a todos los albaranes de pedidos. 

 

Y con esto terminamos con la cuarta semana del invierno, y en nada la primavera está aquí con nosotros.

Un abrazo y hasta la próxima semana,
 

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