¡Feliz domingo!
Hoy sí os escribo de nuevo desde la tranquilidad de mi casa, en mi cuarto, con mi vela de peonías y viendo la montaña verde por mi ventana. Os escribo hoy por la mañana porque hoy pasaremos el día fuera y no voy a poder sentarme al atardecer como me gusta a mí, pero cuando tu me leas será tu hora de siempre.
Estamos ya en la semana 7 del invierno, aunque durante el día tenemos tanto calor que casi podría ser primavera y no nos daríamos cuenta. Para las plantas todos estos cambios tienen que ser alucinantes. Las mimosas este año han florecido mucho antes que otros años y las anémonas de mi jardín que están más expuestas, crecen mucho durante el día y sufren mucho durante la noche por el frío. Este año no se si llegarán bien a la primavera… Pero dejemos el debate climático para otro día, que da para un email entero y hoy venía a hablaros de otra cosa.
Esta semana, por diferentes casualidades, he leído varios artículos/posts/newsletters sobre ser diferente y tenía que hablaros de ello.
Partimos de la base de que en realidad todos somos diferentes. A veces oigo decir o incluso digo yo misma, porque es inevitable no hacerlo: «Es que la gente es (inserte aquí su adjetivo favorito)» o «La gente hace (inserte aquí un acto deplorable)». Por ejemplo, una cosa que me da mucha rabia cuando conduzco: «Es que la gente conduce por la izquierda aunque vaya lenta».
Y yo no puedo evitar pensar: «¿Qué gente?» Porque solemos referirnos a «gente» como «todo aquel que no soy yo ni las personas que me caen bien», como si ese colectivo externo fuera un grupo homogeneo en el que todos son iguales: La Gente. Pero la realidad es que en ese grupo de «gente que no soy yo», caben perfiles de lo más variopintos, no creo que todos los conductores con los que nos cruzamos por la carretera sean iguales. Seguramente nada tienen en común la mayor parte de ellos excepto que conducen fatal.
Tendemos a creer que nosotros y las personas de nuestro entorno cercano somos diferentes y el resto es una masa uniforme, pero no es así. Somos diferentes, nos guste o no, todos y cada uno de nosotros. Y aunque nos gusta clasificarnos por grupos, modas, color de pelo o edad, somos un 99% diferentes a todos aquellos con los que compartimos clasificación. Igual que las flores. Los cosmos y las dalias pertenecen al grupo de las asteráceas, junto a las zinnias, pero cuando las conoces más a fondo te das cuenta de que poco tienen en común, excepto tener pétalos, tallo y pistilos.
Que somos diferentes es así. Pero es que luego, dentro de esas diferencias es curioso como a algunas personas no nos importa ser diferentes y estamos orgullosas de ello, y en cambio otras personas prefieren pasar desapercibidas y que se note lo mínimo que son diferentes. Y es algo que me genera mucha curiosidad.
Yo siempre he sido del primer grupo, de las que no me importa ser diferente. Bueno, siempre no, me costó unos 10-11 años aceptar que era diferente al resto de niños de mi clase. Yo era la única niña de clase que hablaba en catalán en su casa, la única con padres nacidos en Catalunya, todos mis compañeros tenían padres andaluces. Hasta los 10 años escribía mi nombre con una sola n, Ana en lugar de Anna, porque así se escribe en castellano. Lo escribía igual que mi amiga Ana Mari, porque quería ser como los demás y pasar desapercibida. Incluso le llegué a decir a mi amiga Rocío que mis padres eran de Coria y de Jerez de la Frontera, como los suyos. Mi mentira se fue al traste cuando su madre le dijo a mi madre que qué casualidad que fueran del mismo pueblo y qué extraño que nunca se hubieran visto en Coria. Mi madre la pobre me la imagino diciendo con su acento catalán, «no, si yo soy de Montgat…». No me regañaron por esa mentirijilla pero entendí que no estaba bien y de repente un día empecé a escribir mi nombre con dos N’s y dejó de darme vergüenza levantar la mano cuando preguntaban que quien hablaba en catalán en su casa. Ahí me empecé a sentir bien siendo diferente y ya nunca he dejado de sentirme así.
Pero me di cuenta de que no a todo el mundo le gusta ser diferente en un cumpleaños que organizamos para mi hija Emma cuando tenía 3 años. El «dress code» de la fiesta era vestido de princesa, y era la época de máximo apogeo de Frozen, así que yo supuse que todas las niñas irían vestidas de azul. Yo tenía preparado para Emma un vestido de princesa en color rosa, el de Aurora de la Bella durmiente. Lo hice a propósito para que la niña destacara el día de su cumpleaños y no fuera igual que el resto, que irían todas de azúl. Pero justo a la hora de vestir a la niña apareció la abuela con el vestido de Frozen. Yo le dije que la niña tenía que ir de Aurora para no ir igual que el resto de niñas, y me acuerdo que mi suegra, tan convencida, me dijo que no, que la niña tenía que ir de Elsa precisamente para ir como el resto de niñas y no sentirse diferente.
Me llevo muy bien con mi suegra, pero me acuerdo que aquello casi causa un cisma familiar. Imposible llegar a un consenso ante tal divergencia de puntos de vista. Vestido rosa para arriba, vestido azul para abajo… La niña nos miraba atónita. Por suerte apareció el padre de la criatura en la escena, siempre conciliador él, y dijo lo más sensato del día, que era el cumpleaños de la niña y que tenía que ir vestida como ella quisiera, que le preguntáramos a ella. Y la niña escogió Elsa. No por ser igual que las demás, simplemente le apetecía más ir de Elsa, porque ella no tenía ni idea de cómo iban a ir el resto de niñas.
Lo que más me llamó la atención aquel día y me sorprende todavía hoy, es como algo que para tí es lo más lógico y normal, para otra persona puede ser todo lo contrario. Mis conexiones neuronales establecieron de manera natural que lo más normal era querer destacar y ser diferente en tu fiesta de cumpleaños, y para mi suegra lo lógico era querer pasar desapercibida y fundirse entre sus amigas como una más. Para la niña la decisión era puramente arbitraria, según sopló el viento ese día decidió.
¿Cómo hubieras llevado tu a la niña? ¿De azúl como todas las demás, o de rosa para ser diferente?
No hay respuesta correcta, todo está bien.
Está bien si quieres ir como todos los demás porque así te sientes segura y no destacas, y también está bien si quieres destacar. Porque todos somos diferentes y eso es lo que nos hace especiales, aunque a veces no queramos que se sepa. Pero lo que quiero para mis hijas es que tengan la suficiente fuerza como para decidir lo que quieren ser y lo que quieren mostrar al mundo, sin miedo a ser diferentes.
La realidad es que después en la fiesta hubo todo tipo de princesas y hadas, aunque la mayoría eran Frozen’s, también hubo campanillas, Bellas, Auroras y hasta una Yasmin con pantalones. La mayoría de niñas se deshicieron de su disfraz después del segundo vaso de zumo…
Pero…, ¡que viva la diversidad!
¡¡Empieza la temporada de dalias!!
El viernes lanzamos la nueva colección de dalias y estamos muy felices porque estáis arrasando. Esta temporada he sido más conservadora y hay algunas variedades como la «Strawberry Cream» que se va a agotar si no está ya agotada mientras os escribo. Es curioso como siempre hay variedades que se agotan enseguida y otras que yo creía que iban a ser grandes éxitos, como la «Rawhide», que es mi favorita de este año, casi pasa desapercibida. Nunca dejará de sorprenderme…
Las dalias y el resto de bulbos y semillas que hemos lanzado ahora se plantan después de las primeras heladas y hasta el mes de junio, así que prisa prisa no hay, pero las ventas empiezan ahora y si no quieres quedarte sin, te recomiendo que reserves las tuyas. Hemos implantado un nuevo calendario en la web, y ahora al finalizar el pedido puedes indicar la fecha en la que quieres recibirlo, así que si quieres que te guardemos tus dalias hasta abril, puedes hacer el pedido ahora y poner la fecha de entrega que más te convenga.
Este año además, como ya os conté, hemos cambiado un poco la manera de ofreceros las dalias. En lugar de hacer 30 packs, hemos hecho solo los 5 que más se venden cada año, y os hemos dejado el resto para que os organicéis los packs a vuestra medida.
Por cada 4 dalias, iguales o diferentes, te ponemos una de regalo, sin códigos ni nada. Así eliges tu el pack que más te convenga. Además en la web tienes las dalias organizadas según colores, tipos, tamaños, si se pueden plantar en maceta o no,… para que te sea mucho más fácil elegir.
Esperamos que las disfrutéis mucho.
Seguimos en plena temporada de mimosas, pero creo que esta va a ser la última semana o la penúltima, así que si pensabas hacerte como un ramo, adelante:
Y termino contándoos que esta semana voy a estar en Madrid unos días trabajando. Estoy contenta porque me voy a reencontrar con amigas y tengo un montón de planes organizados que me apetecen mucho. La próxima semana os cuento todo, lo prometo.
Y con esto terminamos con la séptima semana de este invierno primaveral tan raro que estamos viviendo.
Un abrazo y hasta la próxima semana.
¡Feliz noche!
P.D.: Si te has perdido mis reflexiones de otoño, te las dejo todas aquí:
– Semana 1 de 13: 13 reflexiones de otoño
– Semana 2 de 13: No todo es tan malo en otoño
– Semana 3 de 13: Leaf pepping
– Semana 4 de 13: Los estudios dicen que…
– Semana 5 de 13: Nunca estás más acompañado que cuando estás solo
– Semana 6 de 13: La mitad del otoño
– Semana 7 de 13: Cuando lleguemos a ese río, cruzaremos ese puente
– Semana 8 de 13: Vibrar con lo que haces
– Semana 9 de 13: Los 10 minutos más largos de mi vida
– Semana 10 de 13: Listas ambiciosas.
– Semana 11 de 13: Por encima de tí y de mí
– Semana 12 de 13: Un rosal David Austin en Brooklyn
– Semana 13 de 13: Adiós a una semana «horribilis»
Y las de invierno:
– Semana 1 de 13: Que la primavera nos pille con flores
– Semana 2 de 13: Ya no iremos a la luna
– Semana 3 de 13: El invierno es un estado de ánimo
– Semana 4 de 13: La foto perfecta de instagram.
– Semana 5 de 13: No todo son “flors i violes”
– Semana 6 de 13: En una olla con agua hirviendo