Dicen que los días tristes de otoño tienen su razón de ser en el cambio de tiempo, en la falta de luz y el frío que empieza a asomar, pero yo el frío aún no lo he visto este año.
Durante tres años no tuve otoño. Era lo bueno y lo malo de vivir en Centroamérica, que solo hay dos estaciones, la seca y la lluviosa, pero ambas con las mismas temperaturas asfixiantes. En aquellos tiempos, todos los expatriados que conocí, y me incluyo, teníamos una ligera adicción a idealizar lo que habíamos dejado en casa.
Me acuerdo que en esa época, pensar que aquí era otoño y ahí no, me ponía muy melancólica. Incluso escribí un post (os lo dejo aquí) que he reencontrado hoy y que me ha recordado que tengo que valorar más lo que tengo ahora mismo, porque es lo que no hace tanto anhelaba.
El otoño tiene esa extraña magia que lo hace todo más bonito: los suelos tapizados de hojas doradas, los días más cortos, la mantita en el sofá, las castañas y los «panellets» (los adoro, son mi perdición). Pero también trae mucha tristeza y mucha melancolía.
A nivel espiritual nos afecta un poco a todos. Es un momento de cambios, de instropección, de reflexionar y de reconectar con nosotros mismos.
Es curioso porque estadísticamente la vuelta del verano, es un momento de muchos cambios en todo: muchas parejas de separan, muchas personas deciden dejar su trabajo y dedicarse a otra cosa, unos redecoran su casa, otros se apuntan al gimnasio… Parece que todos nos pongamos de acuerdo para decir «esto no puede seguir así» en un aspecto u otro de nuestra vida. No importa el qué, pero todos queremos cambiar algo, lo que sea.
No se qué tiene el otoño que lo pone todo patas arriba. O en realidad lo pone todo en su sitio.
A mí personalmente este otoño me ha traído mucha tristeza. No me he parado a pensar porqué, ¿qué más da? En realidad todo está bien, tengo mucha suerte de poder vivir la vida que quiero. Pero la tristeza es así, a veces viene, no sabes de dónde y se instala. A veces es una señal de que algo no va bien, como aquella vez en Panamá en la que fue tan fuerte que decidimos volver. Hay otras veces, como ahora, en que creo que es solo un aviso de que tengo que valorar más lo que tengo y disfrutarlo ahora que todo va bien.
Supongo que en mi caso también ha sido un poco por relajarme al superar algo que hacía mucho tiempo que me preocupaba. Al desaparecer esta preocupación me dejó un vacío dentro que tuve que llenar con otra preocupación, aunque fuera injustificada, y en mi caso fue con un sentimiento de melancolía incontrolable, que afortunadamente tal como vino se fue.
A nivel laboral, hemos notado un «ligero» bajón de trabajo y digo ligero entre comillas porque no paramos. Aunque reconozco que el ritmo ya no es tan asfixiante como hace unas semanas.
El frenesí de las bodas y clases de la escuelita ha dado paso al frenesí de los pedidos de la tienda online, que se han multiplicado con la llegada de los bulbos y rosales.
Hace unos meses decidimos dejar de vender campanas de flor preservada y quedarnos solo con los ramos viajeros. Ahí el ritmo de la tiendita ya bajó ligeramente. Pero ahora mismo, entre ramos y bulbos, estamos todos los días preparando decenas de pedidos. Aun así el frenesí de los pedidos no es ni de lejos como el frenesí de las bodas. Y prueba de ello es que puedo estar aquí en mi jardín, tomándome un te, escuchando a los pajaritos cantar y escribiendo este post feliz de la vida.
Me enrollo demasiado y yo en realidad solo quería contaros y enseñaros como está la granja de flores porque ahora mismo es una absoluta delicia pasear por ella. Es el momento del año en que más flores estamos teniendo.
Creo que estas dalias son también responsables de que la tristeza sea algo fugaz y pasajero. Siempre lo digo, las flores nos hacen más felices y en mi caso es así totalmente.
Ahora mismo estamos con la granja llena a rebosar de dalias. Este año hicimos dos plantaciones de dalias, una en abril y otra en julio. En principio la plantación de abril debía durarnos todo el verano y la de julio la hicimos para tener dalias en septiembre y octubre. Pues bien, las dalias de verano, a casi finales de octubre que estamos, y siguen estando estupendas casi todas y dando muchísimas flores. Y las de otoño están todavía mejor porque tienen toda la fuerza que tienen las primeras flores.
Las dalias XXL en color blanco son algo digno de estudio. Además de su tamaño gigante, en cada tallo llegamos a contar hasta tres flores enormes a la vez.
Las dalias Cafe Au Lait, es curioso porque tienden un poco más al naranja que las primeras que salieron, que tiraban más a rosa. Supongo que es por la temperatura del suelo durante la noche, pero no estoy segura. Tengo un libro de dalias por leerme, a ver si en él encuentro la respuesta, porque es algo que nos pasó también hace dos años y me tiene muy intrigada. Si alguien lo sabe, o le ha pasado también, por favor, que me lo cuente.
Las dalias pompom están absolutamente llenas de preciosas bolitas esponjosas, blancas, burdeos, amarillas y rosadas.
Estamos repartiendo muchísimos ramos de dalias XXL por toda España con los ramos viajeros y me hace muy feliz poder enviaros un trocito de nuestra granja de flores con vosotros. Si queréis conseguir uno, todavía los tendremos en la tienda online unas semanas más, hasta que llegue el frío de verdad y se lleve todas las dalias por delante.
Ahora ya estamos preparando algunas zonas en las que dentro de unas semanas plantaremos los bulbos. Por aquí todavía hace mucho calor, así que, como todos los años, esperaremos a plantarlas cuando pase el Veranillo de San Martín.
Este año tenemos muchísimas flores nuevas además de los bulbos de siempre, que estoy deseando probar. Muchas de ellas las descubrimos en el Chelsea Flower Show (prometo post dentro de poco sobre el Chelsea Flower Show). De UK nos trajimos muchas semillas: aquilegias, lisianthus, antirrhinum, ageratum, amaranthus, aster, brassica, digitalis, liatris, lupinos y muchas más. El otoño, con sus semillas, es la promesa de una primavera llena de color y alegría.
Y esto es lo que os cuento hoy. Los días tristes de otoño también pasan. ¿Y sabéis qué? Que no pasa nada por estar triste de vez en cuando, que la tristeza, cuando no tiene un motivo real de fondo, tal y como viene, se va. Solo hay que saber observarla, darle la importancia justa, ver como fluye y decirle adiós porque ella sola se diluye y desaparece.
Ahora toca disfrutar de todo aquello que tanto me gusta, la mantita, las castañas y oh sí, ¡mis queridos panellets!. Bienvenido otoño.
Que vosotros también tengáis un feliz otoño, aunque algún día también estéis tristes.
Abrazos,
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Hola Anne, que lindo tu blog, gracias por compartir, a mi tambien me encantan las flores,y me dedico a ellas, soy de Buenos Aires, Argentina,todavia no tengo mi propia produccion pero algún dia la tendre. Gracias por eseñarme como secar flores en 3 minutos! hoy lo puse en practica! y todo un exito, veré que hago con ellas…