Restaurando la dignidad del invierno ❄

Buenas noches,

Hace unas semanas me despedía de este email del domingo sin tener muy claro si estaba haciendo bien o no. Pero hice lo que me pedía el cuerpo en aquel momento.

Pensé que si las horas que dedicaba al email las dedicaba a otras cosas, como a crear más reels para instagram o a empezar a escribir nuestro segundo libro, todo iba a ir mejor. Pero la realidad ha sido que ni he creado más reels de instagram ni he escrito una sola frase del segundo libro. Instagram se ha vuelto loco y nos ha viralizado, ahora subo menos reels que nunca y nos crecen los seguidores más que nunca, así que no me preocupa tanto hacer reels constantemente.

He vivido eso sí, he disfrutado de 4 domingos sin prisa, con mis amigos, con mis hijas, con la familia. Y no me he sentido una pringada que trabaja el domingo.

Pero os he echado de menos.

Estas 4 semanas me las he pasado escribiendo mentalmente emails del domingo cada vez que me pasaba algo digno de ser contado. Emails mentales que luego no escribía y de los que ya no me acuerdo. Todo lo que no escribes o dices al momento, desaparece. Quizás es mejor así, quizás eran reflexiones que no importaban a nadie. O quizás no, quizás aquellas palabras dichas en aquel justo momento habrían podido ayudar o inspirar a alguien. Ya nunca lo sabremos.

Vuelvo porque me gusta sentarme aquí, con mi vela encendida, mi música relajante (hoy me ha dado por esta canción en bucle), con un té calentito en las manos y viendo terminar el día y la semana desde mi ventanal. Es una rutina que me gusta para el domingo por la tarde. Me he sentido un poco perdida sin ella. Como si me faltara algo. Como si os estuviera fallando o me estuviera fallando a mí misma. 

Por eso estoy aquí de nuevo.

Mi reflexión de hoy, la primera de este invierno, tiene como finalidad restituir la dignidad y el valor de esta estación invernal, dignidad que durante años me he dedicado a socavar con mis reflexiones. El objetivo de estos emails que solo he escrito en otoño e invierno eran, y cito textualmente: «ayudaros a soportar el tedio otoño-invernal y a hacer más llevadera la espera hasta que llegue la primavera».

El año pasado ya cambié un poco el tono y este me declaro defensora acérrima de todas las estaciones del año, sin que exista discriminación por la cantidad de horas de luz o grados celsius que pueda tener cada una de dichas estaciones.

Este año el otoño me ha parecido maravilloso y lo que llevamos de invierno también me lo está pareciendo. ¿Qué sentido tendría seguir demonizando algo que inevitablemente va a ocurrir cada año?

Puede que tenga algo que ver con este cambio de actitud que cada año el invierno es menos invierno y más primavera. Me he dado cuenta de que las bufandas y gorros de las niñas les quedan nuevos porque solo los usan cuando vamos a destinos más fríos. Y a veces ni siquiera ahí. Estas Navidades pasadas para ir a Burgos cargué con bufandas, guantes y gorros que solo usé yo, que soy muy friolera. Llené la maleta de ropa interior térmica para todos y volvió tal como se fue, limpia y doblada.

Asusta pensar en lo mucho que está cambiando el planeta. El invierno cada año llega más tarde y dura menos. Pero la del cambio climático es otra reflexión que no me apetece hacer hoy.

También puede que tenga mucho que ver que la vida se va «descomplicando» bastante a medida que nuestras hijas crecen, y se va estabilizando a medida que Floritismo también crece. 

Creo que hay que saber apreciar y agradecer cuando estás viviendo un buen momento, porque la vida da muchas vueltas y en cualquier momento se tuerce. Ahora estamos viviendo un buen momento. 

Recuerdo cuando empecé el blog y escribía sobre lo difícil que era aceptar que tu vida no era lo que habías imaginado. Este año va a hacer 10 años de aquello. Y gracias a aquella crisis, gracias a tocar fondo, gracias a muchos inviernos malos, ahora puedo volver a disfrutar de ellos.

Siento que disfruto mucho más de cada momento. Pasear por la granja una mañana cualquiera de enero, a pesar de que ahora apenas hay flores, es igualmente una delicia.

Veo belleza en cada rosa, aunque con el frío y la humedad no llegan a verse bonitas y se pudren por la base antes incluso de marchitarse.

Los surcos, que de lejos parecen marrones y sin vida son en realidad, si te acercas lo suficiente, como un lienzo en blanco salpicado de diminutos brotes verdes de tulipanes y narcisos. 

Veo belleza en los guisantes de olor creciendo y abriéndose paso, enredándose a los tutores y sobre sí mismos.

Las Brássicas sí, ellas están en su mejor momento, llenas de flores, a pesar de que llevamos semanas cortando las que tienen los tallos más largos para nuestros ramos viajeros. Sus colores violetas han sido la alegría de este invierno y ahora que llega el momento de volver a plantarlos (en abril), sin duda van a ocupar una parte importante de la granja. 

Veo belleza hasta en la Scabiosa Stellatta que se seca lentamente colgada de un clavo en la pared de madera. Ahora también es el momento de sembrarla y es una flor que aprovechamos mucho porque la usamos seca en nuestros ramos viajeros. 

Escribiendo este email y viendo las fotos que he subido, me doy cuenta de que la belleza no está en las cosas, en los objetos, en los paisajes ni en las personas. La belleza en realidad está en los ojos del que mira. Si solo mirara estas fotos sin recordar como me sentí al tomarlas, no vería la belleza que veo ahora en ellas. Cada año todas estas cosas estaban ahí (excepto la brássica, que es el primer año que la tenemos). Y pocas veces las había valorado como este año.

Dicen que las etapas de la vida son un poco como las estaciones del año: la primavera es nuestra infancia, el verano la juventud, el otoño la etapa adulta y el invierno la vejez. Me niego aun a afirmar y menos aun a dejar constancia por escrito que ya no estoy en el verano de mi vida. Pero no negaré que me atrae la parte del otoño descrita como la época en la que tomas decisiones racionales y maduras y aquella en la que disfrutas más de la vida. A mí este otoño me ha encantado.

Y el invierno es maravilloso.

Seguramente siempre lo ha sido y era yo la que no se daba cuenta.

Llegamos al final de la reflexión de hoy. Te espero nuevamente el próximo domingo.

Que tengas una feliz semana.

Un abrazo,

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