El hombre de la gabardina verde

Buenas noches una semana más,

El email de la semana 2 me lo salté sin querer. Y al contrario de lo que pensaba que pasaría, no pasó nada. Algunas personas me escribisteis preguntando si lo había enviado porque no os había llegado. Y la respuesta es que no, no hubo email el domingo pasado. Lo cierto es que os cambié por una partida de poker y un gintonic con amigos, en una casa de madera en medio de la nieve, mientras los niños jugaban en la buhardilla. Yo si hago «campana» lo hago a lo grande. Espero que no me echarais de menos.

Vuelvo con la reflexión de hoy, que va sobre la valentía y el fracaso.

Tengo como una especie de atracción especial por los libros de autoayuda y crecimiento personal. Me viene desde pequeña, por culpa de (o gracias a) mi hermana Miriam. Ella tiene 8 años más que yo y también es una gran lectora. Cuando compartíamos habitación y yo era un moco, solía leerme sus libros y revistas a escondidas.

Mi primer libro de autoayuda cayó en mis manos con 12 o 13 años. Se llamaba  «Usted puede sanar su vida«, de Louise Hay. Es un libro del año 1984, y años después he sabido que fue el primer libro de autoayuda que se publicó. Si lo has leído y después has leído otros, te puede parecer que todos copian y emulan a este. En realidad la mayor parte de libros de autoayuda son muy parecidos, con las mismas ideas principales. Algunos potencian más el pensamiento positivo, otros las leyes de la atracción, otros la manifestación o  agradecimiento, etc, y siempre aderezados con más o menos gracia con la experiencia personal del autor. Pero todos tienen la misma idea principal.

Y pensaréis que si todos son iguales, ¿porqué los leo? Porque cada uno cae en tus manos en un momento diferente de tu vida, y según en que punto estés, te resuenan más unas ideas que otras. De hecho hay un libro que es mi favorito de todos: «El monje que vendió su Ferrari», de Robin Sharma, que es como un resumen para «dummies» de todas las ideas de los libros de autoayuda del mundo. Lo he leído varias veces, en diferentes momentos de mi vida y cada vez ha sido como si estuviera leyendo un libro diferente. De cada lectura he sacado un aprendizaje nuevo.

Ahora mismo estoy leyendo el «Manifiesto de los Heroes de cada día«, también de Robin Sharma y en él cuenta la historia de cómo «El monje que vendió su Ferrari» se convirtió en un Best Seller. Resulta que Robin Sharma era un abogado exitoso de 53 años (como el protagonista del libro) que un día se da cuenta de que cada hora que pasa trabajando es una hora que ha perdido de hacer lo que de verdad quiere hacer, que es escribir.

Una frase de Anaïs Nin le hizo el click en su mente, ese click que hemos sentido todas las personas que alguna vez hemos dejado atrás una carrera profesional para perseguir un sueño:

«La gran tragedia de la vida no es la muerte, si no lo que dejamos morir dentro nuestro mientras estamos vivos».

Ahí decidió no vivir sus mejores horas en la sala de espera de la vida y lanzarse a por su sueño.

Y escribió «El monje que vendió su Ferrari». Pero nadie se lo quiso publicar. Lo rechazaron, lo humillaron y lo menospreciaron en todas las editoriales a las que lo llevó.

Pero, igual que David Austin, no se rindió y él mismo se fue a una copistería 24 horas, imprimió algunas copias y las llevó a varias librerías para dejarlas en depósito. Si lo vendían cobraba, si no le devolvían el libro.

Una tarde, fue a una de estas librerías y pidió permiso para firmar algún ejemplar. Un hombre con gabardina verde se le acercó y le pidió que le hablara de él y de su libro. Robin le contó su historia de abogado reconvertido a escritor, con tanta pasión y convencimiento que lo dejó obnubilado.

Dio la casualidad de que el hombre de la gabardina verde era Edward Carson, Director General de la Editorial Harper Collins. 3 semanas después le compraron los derechos del libro por 7.500$. A día de hoy, 23 años después de su publicación, sigue siendo uno de los libros más vendidos del mundo.

Robin Sharma quizás no ganó apenas nada con este primer libro, pero gracias a la popularidad que adquirió al convertirse en un autor «Best Seller», todos sus libros posteriores se venden como churros (¿Hola?¿»El club de las 5 de la mañana»?).  Y espero que ahí si negociara bien sus royalties y por ellos esté ganando algo más de 7.500$… 

El mundo es de los valientes, de los que no se rinden aunque se les cierren todas las puertas. Leer este tipo de libros a mí me hace recuperar la ilusión, la esperanza y me da fuerzas para seguir remando.

Yo misma soy un claro ejemplo de que no hay que rendirse nunca jamás. Gracias a escribir estos emails y no rendirme, me llegó la propuesta de escribir nuestro libro. Vale que no ha vendido tanto como Robin Sharma, pero ya va por la tercera edición, y eso es muchísimo teniendo en cuenta la cantidad de libros que se publican a diario. 

En los primeros años de Floritismo como tienda online pagaba por trabajar, y esto lo cuento con pelos y señales en el curso «La Cara B del Florista». No sabía calcular bien los precios de lo que vendía, no tenía en cuenta mi tiempo, ni el coste de los materiales y packaging. También invertía mucho en formación, que después ha resultado ser clave para poder avanzar, así que en los primeros años terminaba siempre en números rojos. Y era desalentador. Pero no me rendí, tenía claro que estaba haciendo lo que quería hacer, que el éxito llegaría y que ningún obstáculo me iba a desviar del camino. Y así ha sido. 

Ahora ya hace años que no lucho por dejar los números rojos atrás (gracias a Diós) pero hay otras luchas. Y cuando ganemos estas batallas, habrá otras y otras más. Porque siempre las hay. Y leer a Robin Sharma o a Roxie Nafousi me recarga barra de energía para seguir luchando.

Y aunque en ocasiones haya luchas que se pierden, nunca dejo de luchar. Porque quién sabe si detrás del siguiente fracaso está el hombre de la gabardina verde.

Y con esto llegamos al final de la reflexión de hoy. Te espero nuevamente el próximo domingo. Si no hay pocker de por medio…

Que tengas una feliz semana.

Un abrazo,

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