!!Buenos días!!
Seguimos de vacaciones pero ya mucho mas tranquilas en Barcelona. Llevamos todo el mes de agosto dando vueltas y ahora ya nos vamos a quedar unos días en casa de mis padres, así que tendré un poco mas de tiempo para escribir. Hemos estado en Burgos, en la Costa Brava, en Lérida y ahora por fin en Barcelona. He conducido mas estos días que en todo el año, literalmente, porque en Panamá solo tenemos un coche y casi siempre conduce mi marido.
Los días que pasamos en Burgos fueron mágicos, estuvimos en un pueblo muy pequeño, que es el pueblo de mi suegra.
Hace dos años, justo antes de irnos a vivir a Panamá, empezamos a arreglar la casa familiar. Tenía muchos años y estaba en muy mal estado, así que hubo que demolerla toda por dentro y hacerla nueva, solamente manteniendo algunas paredes de piedra.
Tanto mi marido como yo nos implicamos mucho en esta casa, diseñamos la distribución interior y empezamos las contrataciones. Íbamos a supervisar las obras nosotros (ya que a eso nos dedicamos ambos) y pensábamos acabar la casa en un año, pero nos surgió la oportunidad de irnos a Panamá y se quedó todo un poco parado. Dejamos la casa en los cimientos. Pero este año mis suegros han trabajado muchísimo en ella, han hecho un montón de viajes Barcelona-Burgos, y cuando llegamos al pueblo nos encontramos la casa acabada. Y es increíblemente bonita, digna de colapsar Pinterest.
Aunque todavía quedan muchos detalles por acabar como cortinas, lámparas y algunos muebles, hemos estado estos 15 días super felices, tanto que nos hubiéramos quedado a vivir ahí. Porque en casas bonitas uno es mas feliz y además el pueblo se sale de bonito, hemos estado super cuidados y miraras donde miraras había flores, y a mí con eso ya me ganas.
No pude evitar llenar la casa de flores. Me encantó hacer centros solamente con lo que tenía, con las flores que encontraba por el campo. Combinar colores y texturas es algo super relajante. Me decían que en agosto estaba todo seco y que no iba a encontrar nada pero yo no hice caso y encontré muchísimas.
Y pasó algo increíble. Todo el mundo que venía a ver la casa se quedaba anonadado y maravillado mirando las flores. No se creían que fueran todas silvestres y cogidas de ahí mismo. Se deshacían en halagos hacia ellas como nunca había visto, tanto hombres como mujeres. Pude ver un destello de orgullo en sus ojos, como si en ese mismo momento se hubieran dado cuenta de algo que sabían muy bien pero que quizás con los años habían olvidado: que aquellas flores tan bonitas salían de su tierra. La misma tierra que tuvieron que dejar hace tantos años y que tan idolatrada tenían, sin recordar muy bien el porqué.
Me chivaron que al día siguiente muchas vecinas fueron al campo a buscar flores e hicieron centros como los míos. Ese es el maravilloso efecto de las flores.
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