Me encanta viajar, pero en marzo, cuando volvimos de Panamá, me juré a mí misma no volver a coger un avión en años. Sin embargo en mayo ya estaba otra vez volando, mas cerquita eso sí, sólo fuimos a Madrid. Y además en junio, cuando a mi suegra se le antojó ir a conocer Londres en familia, no pude decir que no tampoco, al fín y al cabo ¿que son 2 horas y media de avión comparado con las 14 horas de Panama-Barcelona que tantas veces he hecho?
Ya habíamos estado en Londres mi marido y yo, hace 6 años, en una escapada sorpresa que me organizó él por mi cumpleaños. En ese momento nuestras vidas eran tan diferentes… Teníamos 28 años y mi reloj biológico llevaba ya un tiempo insistiendo en la necesidad de ser madre rápido, pero mi marido, a pesar de tener mi misma edad, se veía muy joven para comprometerse. Recuerdo esos años con una enorme frustración, primero por estar con alguien con complejo de Peter Pan (a quien por suerte un día de golpe y porrazo se le pasó, gracias a Diós) y segundo porque cuando por fin se decidió, años después, entonces fue el embarazo el que no llegaba. Y curiosamente no llegó hasta que decidimos darnos un respiro e irnos a Panamá.
Sobretodo cuando viajábamos, era cuando mas me acordaba de la familia que no tenía, siempre me imaginaba como sería hacer esos mismos viajes con mis hijas (no se porque siempre me imaginé que tendría niñas…). Veía a otras familias con niños y los envidiaba a muerte. Ahora creo que ellos seguro que me envidiaban mas a mí.
Hacía muchos años que no recordaba esa sensación hasta que volvimos al Puente del Milenio, delante de la Tate Modern, a repetir una foto que nos encantó hace 6 años. Una vez ahí, posando feliz con Emma en brazos y otra bebé en mi tripa, me vino a la memoria ese sentimiento de impotencia, de estar viviendo una vida que no quieres. Y me arrepentí un poco de haber perdido tanto tiempo lamentándome porque al final todo llega y mas me habría valido disfrutar esos años antes de tener hijos porque una vez los tienes, nada vuelve a ser lo mismo. Pero en ese instante me dí cuenta de que esa herida está completamente curada y cerrada.
Viajar es extremadamente inspirador, sobretodo por Europa. Cuando has vivido tanto tiempo en América, donde todo es tan diferente, tan nuevo, tanto rascacielos, cualquier ciudad europea con un poco de historia te parece que tiene una magia única.
Tuve como un flechazo de inspiración después de comprar un libro de flores y leerme el prólogo. Os lo contaba con mas detalle en el post que escribí para el blog de Moreaki, Flores que hablan de tí.
Una de mis visitas favoritas e inspiradoras en Londres, fue el Saint James Park. Hay una zona con unos jardines que me dejaron alucinada. No era muy grande y seguro que en Londres hay jardines mucho mejores, pero yo estaba en este parque en ese preciso instante en que los rosales ingleses estaban rebosantes de flores, y no os tengo que contar lo que me gustan a mí las rosas inglesas, ¿no?. Que a punto estuve de arrancar unas cuantas y salir corriendo, pero entre mi barriga, Emma y los abuelos, no estaba la cosa como para escapar…
Os enseño algunas fotos que hice en este jardín para que veais lo bonito que estaba y seguro que así entendéis el porque de tanta inspiración.
A mí ya se me han acabado las vacaciones, otros años en agosto no puedo vivir sin ir a la Costa Brava, pero este año no me puedo mover mucho ya que la llegada de la peque es inminente. Estoy ya de 36 semanas y Emma nació con 37, así que no me puedo arriesgar a estar lejos y ponerme de parto, que esta peque quiero que nazca en Barcelona.
Un abrazo grande grande y aquí os espero dentro de poco con mas posts.
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