De mi exilio podría contar muchas cosas malas, como por ejemplo que en este país hace muchísimo calor, que el ritmo que lleva todo el mundo es extremadamente lento y te puede llegar a desesperar, que el tráfico es caótico, que no hay pasos de cebra y casi ningún coche se detiene para que cruces la calle o que echo de menos a mi familia y amigos. Pero todas estas cosas malas, en el fondo no son para tanto…
La cuestión es que sepas encontrar la belleza en las pequeñas cosas, y da igual en que país estés, que si tienes los ojos cerrados no las verás. Yo, si hago un pequeño esfuerzo y pienso en todas las cosas buenas de estar aquí, se me ocurren un montón, como por ejemplo que todos los días la peque y yo nos damos un baño en la piscina, o que por las tardes bajamos al parque y como enseguida se hace de noche se está muy fresquito, o que podemos pasar mucho tiempo juntas, jugando, riendo y sin preocupaciones.
Otra cosa buena es que aquí es muy fácil comprar flores, en todos los supermercados tienen, y bastante baratas, así que la cultura floral, esa que tanto falta en España, aquí sí que existe.
Y de vez en cuando me gusta comprarme flores simplemente para que mi casa esté más bonita aún. Cada vez que entro en el comedor por la mañana, cuando me voy a dormir por las noches, o cuando llego a casa, es como si las descubriera de nuevo. El otro día me compré un ramito de claveles y otro de limonium (en total me costaron 8 dólares). Me encanta el limonium porque dura muchísimo tiempo sin perder el color ni la textura, aunque esté seco, y además éste tenía un color precioso y muy intenso. Las puse en un tarro de cristal reciclado con un lacito que saqué de algún regalo de la peque y quedó monísimo.
Si no compráis flores habitualmente, os recomiendo que de vez en cuando os deis el capricho. Tu casa se vuelve como más acogedora así sin querer.
Besines!!