Buenas noches una semana más. Empezamos un nuevo ciclo de 13 semanas para llegar a primavera y esta vez son 13 semanas de invierno. Esta primera reflexión además coincide con la última del año.

Por aquí es de noche totalmente aunque solo son las 18.30h. Lo mejor de que sea invierno es que desde el 21 de diciembre cada día es un poquito más largo, así que vamos ya de subida de nuevo. Seré muy feliz cuando pueda volver a escribiros a esta hora viendo el sol y los árboles desde mi ventana.

En mi jardín todos los bulbos, raíces y semillas que han sobrevivido de otros años están ya brotando y llenándolo todo de verde y de vida. Los Helleborus del jardín delantero están a reventar de flores, que además florecieron justo el día de Nochebuena para hacer honor a su sobrenombre: “Rosa de Navidad”. Soy tan feliz cada vez que salgo por la puerta y los veo que ya casi se me olvida que estamos empezando el invierno. Las flores definitivamente lo cambian todo.

He estado replantando bulbos en el jardín durante semanas en todos los huecos posibles, sobretodo tulipanes, que cada año me desaparecen, pero también narcisos, jacintos, ranúnculos y anémonas.

Este año no sé como estaremos en primavera, si seguiremos encerrados o no pararemos por casa, pero lo que es a mí me vais a encontrar con el jardín más lleno de flores que nunca, por si las moscas. Además de todo lo que he plantado, los ranúnculos, narcisos, jacintos, anémonas, espuelas, fresias, peonías, nigellas y bupleurum de años anteriores están saliendo ya solos como si no fuera con ellos el invierno. Este año he replantado también muchos guisantes de olor en todas las paredes del jardín que tienen tierra para que trepen por ellas y también he vuelto a sembrar un tipi justo en medio del jardín. El año pasado no sembré guisantes de olor en casa y eché mucho de menos cortarlos y ponerlos en jarrones por toda la casa. Este año no me vuelve a pasar.

Estos días las niñas me han ayudado mucho. Ellas solas recorrieron toda la tienda con sus bolsas, seleccionando los bulbos y semillas que querían sembrar (que eran básicamente todas…). Después han plantado todos los bulbos en macetas todos mezclados y apiñados. Veremos qué sale, pero ya me hace muy feliz solo el hecho de que hayan sido ellas por iniciativa propia las que hayan querido plantar lo que ven que tanto enviamos en la tienda. Dicen que quieren un jardín lleno de flores y a mí se me cae la baba. 

Este año tengo que reconocer que me he esforzado mucho más en el jardín que en la granja, porque creo que lo vamos a disfrutar más todos los días y vamos a aprovechar más las flores para alegrarnos la vida y la casa.

En la granja justo hemos terminado de plantar esta semana todos los bulbos de otoño. Hice un plan de plantación muy parecido al de otros años, sin grandes innovaciones, porque este año reconozco que estoy un poco más desanimada. Tanto la cosecha de 2020 como la de 2021 se pudo aprovechar en un % muy pequeño. Pero seguimos plantando porque nuestra granja es lo que da sentido a todo el proyecto, es lo que más feliz me hace cuando en primavera cada mañana me acerco a cortar flores para los ramos viajeros. No miraremos números, me tapo los ojos y los oídos ante la evidencia. No pensaremos en la granja como una inversión económica, porque no lo es, sino en una inversión a largo plazo en felicidad y color.

Terminamos un año complicado y el broche final han sido estas últimas semanas horribles. Al menos ya solo podemos ir a mejor. Soy optimista, creo que esta ola es la última, la despedida de esta pesadilla. Una despedida a lo grande, eso sí, pero la última. El último esfuerzo, estoy segura.