Una boda en el bosque es algo especial, lleno de magia.

 Es así porque los bosques son lugares cargados de energía. Ya en tiempos de brujas, estas se reunían en los bosques y en la mitología escandinava o celta, los bosques eran sagrados y los árboles símbolos de vida.

Lo siento así, yo que vivo delante de una montaña. Cada mañana cuando me despierto y veo por mi ventana esa masa de árboles, siento una enorme presencia energética, como una vibración gigante o una gran fuerza. Yo me imagino que lo que vibra es toda esa cantidad de vida junta, tan enorme y en tan poco espacio. Y me ha ocurrido en otros bosques y en otras bodas celebradas en medio del bosque. 

 

Y me ocurrió en La Garriga de Castelladral, mientras montábamos esta boda. Sentir toda esa cantidad de energía bajo mis pies, a mi alrededor y encima de mi cabeza fue algo muy inspirador y a la vez agotador. Ese día contabámos con un gran equipo de “floriayudantes” (Eva, Cris, Rosana y Dolors) y fuimos con  tiempo de sobra para prepararlo todo. Además tanto la gente de la propia Garriga como los del catering Airolo, nos lo pusieron todo muy fácil. Es de agradecer encontrarte con grandes profesionales en una boda.

Los tres factores (gran equipo, tiempo de sobra y grandes profesionales) fueron clave para un montaje tranquilo y relajado y yo creo que eso se nota después y se transmite de alguna manera en nuestro trabajo. Recuerdo que me sentí tan feliz que pensé que mi objetivo y la línea en la que tenemos que seguir trabajando tiene que ser solamente hacer bodas de este estilo y en sitios como este. Ya no importa tanto ganar más o menos, ya lo que importa es ser fiel a nuestra filosofía y a nuestra manera de trabajar desde el corazón y sin prisas. Y creedme, atraemos lo que deseamos, así que, 2019 va a ser un año con muy pocas bodas pero todas muy especiales y slow.

La zona de la ceremonia quedó espectacular en medio del bosque. La verdad es que en ese entorno tan impresionante no necesitas mucha decoración, pero yo si veo necesario enmarcar el espacio de la ceremonia para darle al solemnidad y la importancia que tiene, de lo contrario los novios se verían como dos motitas de polvo entre tanta inmensidad. Así que montamos un arco circular, decoramos las sillas, y hicimos una larguísima guirnalda verde que atravesaba todo el bosque y acompañaba a los invitados desde la escalera de bajada al bosque hasta la zona de la ceremonia.

 

Me gustan mucho los arcos circulares y los círculos en sí. Siempre digo que todo es circular. Que hagamos lo que hagamos damos vueltas en círculo para siempre acabar volviendo al punto de inicio, al reset, al km 0. Pero no igual, un poco más sabios y experimentados.

Después de hacer este arco circular, pensé que en una boda encaja perfectamente, porque una boda es el ritual de unir dos círculos, los círculos vitales de dos personas que pasan a formar un único círculo.

De ahí que los novios se intercambien anillos, todo es circular. En realidad lo que se intercambian son círculos vitales y la promesa que se hacen es: “no voy a salir de tu círculo, voy a permanecer en él, contigo, con tus pesadillas y tus miedos, pase lo que pase”.

 

Por eso me gusta tanto el simbolismo de casarse dentro de un arco redondo como éste… Un único círculo para dos, en el que empezar un nuevo ciclo de cero, juntos, invencibles e inseparables.

Rubén se encargó del diseño y decoración del arco circular y como siempre se superó. Utilizó delphinium, muchas peonías Sarah Bernhardt, limonium y rosas spray. Como siempre, sin usar para nada espumas florales.

 

 

 

También decoramos el columpio de la entrada con verdes, peonías y rosas inglesas. Porque una boda en junio es una boda llena de peonías. Tantas peonías juntas es absolutamente hipnótico y espectacular. Y no sabéis cómo huelen…